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América para siempre. Videopoema

28 diciembre 2023

Video poema América para siempre, de Fernando Luis Pérez Poza

Hecho de sal

10 febrero 2023

HECHO DE SAL

I

Así despierto, a solas,
ante un balcón de bruma.
La sal respira en la escalera
y el almanaque hunde los días,
invisibles, como pájaros bajo la nieve,
como el óxido
que se refugia en las estrías del mármol.
Hablo conmigo mismo
y llueve, siempre llueve,
pero nada se inunda,
llueve adentro y llueve afuera, sin amargura.
Llueve luz sobre la luz,
augurio de la ceguera
y, en el vértigo del alba,
pienso que algún día vendrás,

aunque lo harás de noche,
envuelta en visillos de ternura
y nuestro insomnio dormirá junto,
paseará por la cama a hurtadillas
tratando de escapar a la vigilia
para sostener el humo.

II

La lluvia lava la vieja cicatriz del amor,
el eclipse sonámbulo que vendimia el reloj,
soliloquio de piedras en el cementerio.
Llueve
y el agua corre por el arcén de la nada,
desviste de tierra la calavera,
limpia la maleta donde guardaba
el recuerdo anudado al desamparo.
Llueve sin forma sobre el precipicio
una tristeza que anestesia el alma,
suspira el mar, llora el infinito,
susurra el cielo,
mientras espero a que el horizonte
dibuje de nuevo el arco iris.

III

Y en este mirador lleno de ausencia,
reconozco el sudario de un espejo
cuando agoniza,
legión de espectros que disuelve el olvido
minuto a minuto, epitafio a epitafio,
y regreso al primer día del universo.
Me alejo del pasado,
de la hermética piel del silencio,
del salitre de los sábados huidos,
de los ojos sin dueño
desde donde contemplé el mundo
sin estar yo.

¿Sabes? Ahora…
dentro de mí,
dentro de ti, dentro de nosotros,
el eco de un abrazo resuena tanto
que los días se bautizan con agua bendita.

IV

Dejo atrás el camposanto
lleno de buitres al acecho,
el estertor de la caída,
el candado del vacío,
para soñar la liturgia del amor
en el altar de tus abrazos.
Abandono
la histeria de la cruz sobre los páramos,
la bulimia del recuerdo,
la anorexia de la soledad,
para beber tu cáliz de ternura
hasta la última gota.

Tal vez el murmullo
lento de las calles, de los ojos,
tal vez esa horda de sombras
y pétalos marchitos
que me perseguían
no eran más que racimos de párpados
desprendidos de una estatua.

V

Quiero ser marina sinfonía de olas
clandestinas,
ruta exclusiva de paso hacia tu boca,
en fin, el calendario infinito de tus días
y mirar con ojos de mar rojo adelante.
Me gusta cuando te vistes
y cuando te desnudas de ti misma,
tus pechos, cúpula de fábulas talladas,
tus brazos de reloj en la hora soñada.
Si estoy dentro de ti huye la muerte
y la saliva de la madrugada sabe dulce.
Tus dedos,
corcheas en el pentagrama de la piel,
escriben poemas que permanecen vivos,
como salmos de ternura, en la memoria.

VI

Hecho de sal, perdido en el recuerdo
de un sol miope que me ciega,
vacío acaso
por el nocturno láudano del sueño
que envuelve mi memoria desteñida,
mis ojos presos en cárceles de humo,
mi pobre andar a tientas por el barro;
hecho de sal —cansado— me despierto
en la esfinge atónita del hueco,
que tan sólo es un túnel silencioso,
agujero de pájaros cautivos
en la púrpura espesa de la vida,
que nada siente
sino la nieve dura,
perpetua sombra, ya,
como una lágrima triste,
en el viejo corazón del hielo

y en la funesta clámide del sur
—mal presagio del fin o altar de lúpulo
que se asoma como un cántico fúnebre.

VII

Sin embargo —oh catacumba— gigantesca
por el rumor del verso que lo forja,
el amor toma aliento.
De él se nutre, amplía y glorifica,
llena las alforjas solitarias
y un cometa bohemio de sueños,
renacidos, que detiene
las agujas del reloj,
ya en desbandada.

En la paz de cristal que lo dibuja,
allí, como en el canto de un espejo,
se regenera;
altivo, allí, llama con llama,
preñando con su soplo de arcilla el destino
¡qué bacanal de horas tan inmensa,
qué horas tan horas
están en su isla girasol latiendo,
tejiendo ya una red de hilo luminoso!

VIII

Mas qué arcilla, es evidente
lo que así moldea
una luna en un marco,
lo que así, en adúltera sinfonía, se modela
como un pecho relleno de ternura,
y amamanta así, terrenal,
una crujiente sed
de trapecista loco,
un dedo bengala que acuna paraísos
y una sintaxis de gritos pirotécnicos
sobre esa latitud cenicienta
que escondía la pálida prisión!

¡Más que arcilla, es evidente!
Tal vez esta erupción, que expulsa
océanos de parásitos con eco,
y que se llama luz
y que es el cuenco
que nos libera del alma fusilada,
y que acaso el alma sólo intuía
en la galería transparente
que desvela la noción de luz, de azul.

IX

El mismo sol,
en su matutino despertar,
ha de amar el color azul
y abandonar la oscura impotencia
imaginaria de la noche,
cercana al caos y amarga al gusto,
que es ese dolor rotundo en que navegan
—nubes del cielo altísimo—
los seres que agonizan.

X

¡Sí, era gris! ¡Tenía que ser gris!
Un velado gris de horizonte,
un estúpido dolor de latrocinio,
desde donde el verso emergió de la tierra
hasta el alma
y fluyó en desbordados ríos de locura
entre auroras boreales;
desde donde el agua febril de la ternura
¡agua dulce, torrencial, que se derrama,
ay, deseosa de empapar el piso!
desde donde el raso color de la cordura
emprendió su exilio,
desahució la pena
atrapada en la caja sumergida del recuerdo,
y permitió que se alzara el arco iris,
locuaz, como una estrella.

XI

¿Quién puede rechazar un sueño?
Un segundo quizá que estalla
hasta el orgasmo,
que prolonga el estigma del abrazo,
ay, tanto más hacia lo interno íntimo
cuanto es más corto el tallo que lo ciñe.
Un convexo segundo de oxígeno
que una tarde imprevista,
al arder,
dibuja el heliotropo eterno
en el tuétano del párpado,
un minuto de luz
que rompe la niebla como un cohete herido
y en carnaval de estrellas
inunda con sus chispas de infinito
cada átomo del ser.

XII

Aun sabiendo que dios no existe
¿cuántos océanos cuelgan del espejo?
Nunca te esperé
pero llegaste
y aún fuiste más allá,
te instalaste
en la médula del reloj,
tiraste toda la ropa falsa
y me devolviste la piel,
me hiciste sentir
el trino gregoriano del jilguero,
la ebullición astral del esqueleto,
y me puse a andar, a seguir al viento,
y cabalgué como el humo en el aire
hasta no ser más que infinito,
con tus ojos hilaste la mirada
y cosiste mi corazón al tuyo.

XIII

Me pusiste a salvo de mareas y de amantes
con tus besos telaraña
que tañen en la entraña,
el cuerpo siempre en puntos suspensivos,
acantilado de labios que despeña mis labios.
Se deshiela el muelle de la eternidad
y este corazón viejo de salmón ahumado
que no siente
recobra la vida.
Eres ciudad de plazas abiertas a la brisa,
una caricia de almanaque desbordado,
la sonrisa azul del ábside en la catedral
donde reza a diario la ternura,
vergel de paz que me ilumina
cuando la calavera llega hasta el tobillo.

XIV

Atrás se queda el escapulario de hazañas
que de nada sirven al muerto.
Sé que no hay nada redondo,
que no existe la esfera,
sólo el espejismo de una forma,
pero reconozco la hora del temblor,
cuando se nos abre el cielo.
Me gusta amarte
en cascada hasta la desnudez,
hasta que a la hamaca le duele
la última cuerda
de tanto sentir nuestros huesos.

Contigo he dormido
a los dragones y a los monstruos,
he cambiado los zapatos
gastados de tanto vivir
por otros nuevos que caminan solos.
Contigo hierve el mar en calma,
se revuelcan las olas,
acertijos de sal en la orilla.

XV

Cuando subo al púlpito de tu cuerpo
y escribo el epistolario de tu piel,
se desvanece el océano de fango,
el calendario rancio del pasado
que muerde la ansiedad
y me pregunto:
¿Cuántos pájaros anidan en la luna?
Tus ojos, estrellas bajo la frente,
tus ojos, de paso largo,
tus ojos, batiendo alas
en el fondo del corazón.
Tus ojos, campana de incendio,
tus ojos, ventana abierta,
tus ojos, con luz de siglos.
¿Cuántos pájaros anidan en la luna?

XVI

Y en el núcleo de esta atmósfera
todo ocurre, todo;
un lírico fuego que fecunda
los latidos nuevos del verso,
amorosamente,
y que no elude abandonar el infierno,
ay, y encaramarse a la azotea,
planetaria e irisada, y escrutar
el devenir de la luz, su momento álgido,
en la sed de una gota de rocío

Descorre el ojo
el telegrama abierto,
la suave cortina del aceite
que nutre de emoción a la mirada;
propaga el sortilegio de las letras
y en la raíz de la palabra encuentra
el rotundo cometa de ala ancha
y el poema de simbólica pureza.

XVII

Pero aún va más allá
—porque en su horizonte limpio
nada es mejor que el puro éxtasis—
construye sus pilares al amparo
de nupciales esencias que imagina
—las llena de ilusión,
en el limbo del éter las reboza,
las adorna con el brillo de un barniz,
las destila de uvas delirantes,
alambiques rítmicos
como una ninfa fértil,
salmodia sacra como la voz del cielo.

XVIII

Pero aún va más allá
—porque, inmune a las máscaras,
tan diáfana perfección no encuentra límite—
penetra la epidermis del destino
con níveo bisturí;
extirpa el tumor, la úlcera y el quiste
que habían obturado el sentimiento,
arranca de cuajo el viejo apósito
y lo lava, lo aclara y centrifuga,
como a un grumo de cera sulfurosa,
y en un gesto tatuado de ternura
abre la puerta de ébano y marfil
a la fiebre desatada de las musas.

XIX

Todo ocurre, todo,
en este disparate de la luz
que se reconoce a sí mismo,
desorbitado,
en la inminencia del fin,
y busca perpetuar
hasta el final de los siglos
la flor de su delirio,
su noble vocación,
su domingo estrellado en abanico,
al dulce son de los tambores.

XX

¡Qué resurgir espléndido,
qué girasol de seda
se regala el tiempo
para olvidar la hiel de sus insomnios!
Pero el verso es su oda, el único trayecto,
la única espiral,
como gallo inaugurando el alba,
para evadirse del cansancio
¡ale -hop!

XXI

Largas serpentinas de palabras
que fluyen en un constante devenir enérgico,
en un vivir absoluto,
preñan sin cesar su fértil vientre
hasta que —hijo de su propio parto,
concebido en la ambición de eternidad—
nota que la dulzura se hace dulce,
empalagosamente dulce
y no le queda más remedio
que retornar a las sombras.

XXII

Cansado de arder en la tinta
y retorcer el rumbo del papel
se pregunta
¿hacia donde orientará su proa la ceniza?
El grito silencioso del sudario
evocando el pasado
intenta abrirse paso,
le llena la boca de ausencias,
lo sumerge
en el cuarto sin ventanas de la noche;
como la niebla se instala en el cerebro
y le despeina el sueño
hasta el amanecer, en que se va
dejando sobre la cama
las hojas grises de ese otoño
que es la vida,
cuando el esqueleto resbala hasta el tobillo.

XXIII

Un trébol de marfil,
un sueño de humo,
un negro tragaluz que el polvo ciega,
un fuego atragantado inexorable,
un crepitar del alma que se quema,
conjuga, disemina, da una vuelta
y llora dentro: un crepitar sagrado
de esfinge o catacumba derrotada,
humo que con los músculos desnudos
cruza toda la rosa de los vientos,
volcánico destino en desbandada,
hora tras hora hasta vaciarlo todo,
roja caligrafía sin memoria
como un remordimiento de los astros
cuando se elevan en ritual de burla.

XXIV

Un crepitar entre las espirales
de los años dispersos y el vacío
barniz de la sintaxis como un cirio
emborrachando el aire con su cera
y las solemnidades del instante
entre los miedos que te crucifican,
hojas de sal que muerden ya los párpados,
augurios que se retuercen de ausencia.

XXV

Una salmodia como un viento incrédulo,
como un canto bailando en el incendio,
una palabra que sorprende en junio
al sabio con sus brillos y su tono,
arco de sol herido por un símbolo,
risas de sol, llantos de sol, sintaxis,
selva ritual, arco sabor de fiebre,
sabor de noche súbita que danza:
la momia resucita y bebe olvido.

XXVI

Soy una serpentina de tinieblas,
huyo entre las costuras planetarias,
voy por las pesadillas como un muerto,
un segundo me duele, vivo en otro,
oh ritmo de silencios ondulados,
bajo las hojas de la sal respiro
la transparencia de un recuerdo náufrago.

XXVII

Voy por el tiempo como por un verso,
su estela es una selva revelada,
su néctar una lluvia donde encuentra
la vida su mercurio luminoso.
Los instantes que crecen como yedra
brotan de una visión que el sol fecunda,
una mirada que la sal reparte
en seis cristales de tarot celeste,
un tatuaje de luz, letras y símbolos
bajo la piel de porcelana china.

XXVIII

¡Oh pirotecnia, libertad en llamas
que todo lo invoca sin nombrarlo!
Siente el rayo del fuego,
su oropel de arco iris bondadoso,
el indomable color que lo emborracha
y lo hace volar más allá de las cumbres
donde sólo el verso
de los volcanes reza,
sin ahogarle el pecho al que respira,
y se revuelca en el núcleo de su aliento.

XXIX

—Oh pirotecnia, sándalo de estrellas!
altiva emanación de ritmos fértiles
en la cima de una era apocalíptica;
nube huracanada;
como crin de cabellos celestiales,
erótico latido de sintaxis
que avanza y retrocede
según se modula el vaivén de la palabra;
bulimia sacrosanta
que inventa el amor y lo recrea,
que embruja la catedral de los tímpanos
y exprime el elixir del lenguaje-

XXX

Acampo en cada una de sus células,
invado el territorio exquisito de las letras,
me visto de dios entre sus átomos.
Atrás se queda el páramo estéril de la carne,
el escarnio de los días infelices,
la pesadumbre de sentirse materia.
Soy la noche y el día al mismo tiempo,
esquizofrenia que nutre la existencia.
Navego por el silencio blanco de la luz,
sin temor a que llegue el crepúsculo,
camino en el alambre de los términos
y siento el equilibro de la sangre
izando la bandera del cronopio.

XXXI

Un tiempo de coral,
un mapa de humo,
un hondo talismán que el sueño enciende,
un fuego bien rotundo mas desnudo,
un destilar del ritmo que se trenza,
estira, disemina, glorifica
y brilla siempre,
un destilar fragante
de espuma o pirotecnia sin memoria,
hilo que con los símbolos tatuados
llora toda la vida transparencias,
erótica salmodia en adulterio,
día tras día, hasta anegarlo todo,
fría galería sin otoño,
como el deslumbramiento de la fiebre
cuando se rompe en mitad del grito.

XXXII

Un desertar entre las azoteas
de los dientes terrestres y el espeso
tarot de la tiniebla como un búho
desvalijando el miedo con su signo
y la melancolía afónica
entre las dunas que se martirizan,
hojas de sal que callan a los náufragos,
latidos que se estiran en las venas.
Una mirada como un mapa trémulo,
como el día bailando en el abismo,
una palabra que secuestra en sepia
al tiempo con sus horas y sus siglos,
hojas de sal sembradas por el vértigo,
ritmo de sal, trueno de sal, memoria.

XXXIII

En el misal del limbo que lo inspira,
el verso toma forma
—claramente.
Lleva una paz de mago en los labios,
una paz dulce, en armas, que labra surcos
en el cauce amoroso de la tinta,
que taladra las hojas florecidas,
como una fusa trémula,
encrespándolas, ay, dibujando en ellos
planetarias pústulas de esperma.

XXXIV

Más color que paz; más que color, apostasía,
confesión de criatura perturbada
ante el croupier que juega
—numen de trébol cándido— a la forma
en sus frescos cascabeles perdurables.
¡Apostasía, sí apostasía!
Mas no le sirve el ser un puro canto,
una encendida pirotecnia de palabras;
quiere, además, ser escuchada.

XXXV

Ni le sirve llevar sólo arpegios
—besos de ingenio—
para el germen de sol que en ella habita;
quiere, además, un trípode de seda,
un sueño,
para soñar el alma que la sueña.
En el río, en el lago, en el océano,
en la alfarera tinta de la pluma,
se fragua esta pócima sagrada,
este hechizo jeroglífico
que enlaza cada eslabón de la palabra.

XXXVI

Hecho de sal y de tierra,
con las mismas facciones que el universo,
máscara de espejo
donde se refleja el infinito,
poseído del hálito de vida
que sólo el amor proporciona,
en ti encontré, por fin,
lo que buscaba
cuando tan sólo era un sonámbulo,
la bella realidad, cónclave de carne y espíritu,
la palabra con silueta de mujer
que resuelve el jeroglífico.
Ahora, ya puedo erguirme ante el mundo.
Eres verso, estrofa, poema entero, arte,
oropel de cristalinas metáforas,
vaso encendido de tropos imantados.

XXXVII

El sendero no ofrece dudas,
a un lado los castaños,
vivero del muérdago sagrado
que me hará sobrevivir a la muerte.
Al otro lado la gratuita y prematura esencia,
que se nutre de su propio impulso,
en el éxtasis del fonema,
pero siempre tú, en medio del jardín,
azucena perenne bajo el sol,
taller eterno de poesía donde los eslabones
se conjugan como dedos en forma de caricia.

XXXVIII

No existe la deserción,
no se puede desertar de la belleza,
la claridad es tan clara
que ni siquiera un ciego
podría obviarla.
No se puede enclaustrar la lucidez
en el rigor de las cuatro
paredes de una jaula,
siempre volará libre, porque no es materia,
es un vaso lleno de ternura
al que no le falta ni siquiera el agua.
Basta con ponerlo sobre la mesa
y bebérselo de un trago.

XXXIX

Crucigrama de locura que se expande
en este planeta adormecido,
instintivo rubor que se derrama
audaz por los rincones del tiempo,
sol vegetal que germina los pétalos
y desborda la eternidad,
reflejo idólatra
que se consagra a sí mismo para siempre.

XL

Existe en él una llama que me mantiene,
un frenesí astral que le da vida a la piedra,
un ascua que hace florecer al fuego
y reduce el vacío, simplemente, a la nada.
Desde ese vergel desea ser liberado.
En el aire, en el agua, en lo abstracto,
construye el armazón de su ansia;
se endurece, se alimenta;
y en el tenue esbozo de un sueño se insinúa,
ya vestido de aspa giratoria,
que hace reír hasta la risa.

XLI

Pero qué cruel es la materia.
Desde su ilustre reinado histriónico,
todopoderosa,
pervertidora,
engalanada de oropeles superfluos,
lo contamina todo, negra pezuña del diablo.
Hace zozobrar a la patera
y esconde la avaricia en el fondo del océano,
entierra a los espaldas mojadas
en pirámides de arena sin lápida,
viola a las mujeres indefensas
y calcina sus huesos bajo el sol del desierto.

Ejecuta feliz su papel de guadaña:
es sólo el instrumento de alguien
que la empuña
y duerme a pierna suelta
sobre el lecho de sangre
que sin rubor ha tejido.

XLII

¡Oh, mi fiel compañera, poesía!
¡A ti te invoco!
Para que derrames tu voz desde el Olimpo,
desde el más remoto confín de los tiempos
e inundes con tu luz
este páramo de ignominia
en que se ha convertido el mundo.
¡Bienaventurados los que te escuchen
porque ellos serán espíritu y habitarán
un territorio que ni los dioses han pisado!

¡Bienaventurados
los que perciban en tus versos
el latido de la verdad, porque ellos nunca
jamás sentirán la vergüenza de la sangre
resbalando por sus manos
y hallarán la paz bajo la tierra
cuando les llegue la hora de la siesta eterna,
mientras los gusanos nutrirán de pesadillas
el podrido corazón del asesino!

XLIII

Hablo de la decadencia del cuerpo
y de la noche, la niebla del olvido,
y de la eyaculación final,
cuando el hombre sea alfombra del demonio
y dios un mendigo enfermo de Alzheimer.
Hablo de cuando uno ya no sea nada,
ni judío, musulmán o católico,
y ya no haya parcelas exclusivas en el cielo
para las indulgencias plenarias,
y la gangrena del sillón aburguesado
haya devorado por completo al ser humano
y el mundo sólo sea
una alambrada, un cayuco, una patera
extraviada, escupiendo muertos
por todo el universo.

Me pregunto:
¿Quién limpiará entonces todas las heces?
¿Quién logrará escapar de la cloaca?
¿Quién recordará que el sol era amarillo?

XLIV

En la ociosa academia de vísceras
¿no late, quizá, el creativo estigma
con que nutre el alma la poesía?
¡Ataúd, nada más nupcial parásito
lleno de espejismos es el cuerpo!
Pues allí por donde se pasea
crece siempre la mala hierba,
el lúgubre ciprés que lo emborrona todo,
el osario estéril de la muerte,
el avaro carrusel de la materia
que solo gira sobre sí misma
y es ya un campo yermo de rastrojos,
cruenta bacanal,
negro timbre de alarma en el sendero
que conduce al final de la ruta.

XLV

Esta noche me sorprendo en tu recuerdo,
epidermis de la rosa que esmalta el tiempo
-senil destello del colibrí.
Acaso te tuve muchas veces
y te perdí,
te perdía tan solo con saberte,
al rozar el tierno litoral de espuma
donde se conjugan completos
los átomos del amor.
Te tuve tantas veces
que hasta los segundos se medían por latidos
y el aire era la ecuación
resuelta de un corazón de seda.

Te tuve, te tengo y te tendré siempre,
aunque te pierda de vez en cuando
en el laberinto del insomnio.
Eres el río dulce que nutre el océano.

XLVI

El frío se coagula entre los huesos
como un dolor intenso
que se destila al exprimir en ellos
el crudo garfio del pasado,
las horas idas del musgo,
la terrible mordedura del reloj.
Los minutos, eslabones huidos
que perdimos de estar juntos,
se revuelcan en la nada,
pura ceniza de un fuego que no ardió.
¿Dónde se encontraban
la manzana, el paraíso,
la anhelada serpiente?

No cabe duda que nutrían
el árbol de mis sueños.
Sólo, que tal vez, no las supe ver
o renuncié a la tentación.

XLVII

Sin embargo, ese rapto de negreros,
soledad, bóveda de hastío,
o abisal hondura del zodíaco
donde se confiesa la conciencia;
ese rostro marchito de fantasma
que añora desolado su costilla,
espejismo cincelado en el desierto;
ese amargo vaso de cicuta,
lúgubre mansión que anula
la órbita sagrada del destino,
gira en su audaz evolución,
y en el momento justo
encuentra el nácar de tu vientre,
y transfigura toda la galaxia.

XLVIII

Rítmico vaivén de espuma
que escapa de la pesadilla inhóspita,
ardiente serenata de ungüentos,
infusión de paz para el alma
en el deleite del colapso
que convierte en vida la muerte
y arranca las espinas con el tacto.

XLIX

El sueño es sol,
una curva, una pirueta de la luz
que sobrevive en las sombras del cerebro.
La vida, un cuarto de angustias extranjeras,
sordo cincel, martillo que golpea el vidrio
y hace añicos la esperanza.
Un rosario de ecos en mosaico
certifica la ruina del mundo
entre los escombros del futuro.
Nadie escucha el trueno del derrumbe,
la lentitud del lodo que destila la miseria,
el tsunami escondido en los cimientos
de esta torpe sociedad en decadencia.

Una columna de ácidas hormigas
se abre paso bajo la hierba,
una hoz de hielo que roe los pilares
y en silencio fermenta el cadalso.

L

Una estrella de estaño arrugado
y un soplo de espejos inminentes
levanta barricadas y fronteras
y lo devora todo,
instituye el califato del abismo,
como un mercenario errante
desgarra las velas
y hace naufragar la nave,
pero nadie se da cuenta,
mientras el hombre, piloto suicida
acepta en su delirio la derrota.
Una borrachera sangrienta
sacude los arbustos,
seca las ramas
y estrangula el pulso.

LI

El hacha insolidaria
revela en el oráculo
presagios de terror,
abre la boca del infierno
y afila su dentadura atroz,
mastica lentamente al débil
y escupe remolinos de dolor.
No existe rincón que se libre
de los largos tentáculos salados,
toda la tierra es su perímetro.
El tren de la bestia se desliza
como un ofidio venenoso por todo el orbe.

LII

Nieve fría en la tristeza del invierno,
glacial corriente de rencor
fluye por las venas,
pero la pálida luna, con su corazón de aceite,
sostiene una tímida esperanza,
augurio de dulzura.
El vaso del amor es el vestíbulo,
agua limpia que redime la atmósfera.
El magnetismo cifrado de un beso,
el único atajo que avivará el rescoldo.
La poesía, cisterna de infinito
que libera
las palabras de su propio laberinto,
encenderá la mecha y sembrará la llama
y dios nos dejará en paz,
monigotes de feria con los que juega
a pedrada limpia desde el cielo.

LIII

Como un hilo invisible
nos cosió el destino
en el útero del tiempo,
un instante de vértigo
que trepó a los siglos y a los huesos,
curva trémula en marea
que se deja arrastrar nubes arriba,
remolino fecundo, perpetuo instante,
granos de sal formando un mismo mar.
Himno claro que canta a la belleza
fuimos, somos y seremos,
yo aceite en tu piel,
tú arcilla en mis manos,
vasija del universo
repleta de estrellas,
aljibe donde se diluye la tristeza.

LIV

Porque en el suave alambre del orgasmo,
cuando las almas se expanden
en el ballet alado
y en la pira desatada del éxtasis,
se abrasa la miseria, se consumen las penas
—¡ay, vista, tacto, gusto,
carrusel de gemidos en espiral !—
el ser humano ahoga con sus propios dedos,
el negro color de la existencia amarga,
y entona el himno claro y fuerte de la vida,
carnaval de tambores y címbalos
que estallan el aire,
pirotecnia de serpentinas azules
que engalana la rosa de los vientos.

LV

Con las velas henchidas de esperanza
se hacen a la mar las almas,
colibrís de imanes arrobados
que desechan la herrumbre
y consuman el periplo del jardín,
rotundo festival de bengalas
en columna de ritmos risueños
que vuelven uno todo el universo.

LVI

Sopa de amapolas es la vida
para el que sueña,
triste ataúd
para el que nutre sus venas
con la envidia
y se sumerge a diario en la escombrera
del odio, la mentira y la injusticia,
afán estéril de la vil materia,
espejismo que luce como el oro
pero pudre y alimenta con gusanos
la raíz astral del esqueleto.

LVII

Hecho de sal,
completamente desnudo,
me entrego al mar, tu mar,
al mar abierto, sin fronteras,
cáliz azul y transparente,
ajeno a la voz del cuervo
y al océano de tinieblas
donde se vuelve humo
el color de la palabra.

LVIII

Hecho de sal
abrazo la playa, tu playa,
la última piel del agua cristalina,
la que pone el punto sobre las íes
y cincela el síncope de la espuma,
la que viste de puntos suspensivos cada ola
y derrama marejadas de caricias en la arena,
la que se muestra en la ansiedad del labio
como una dulce marea de ternura
y es la única verdad de la existencia.

LIX

Porque hecho de sal,
te siento sal
que prolonga la longitud del agua
en sus abrazos
y limpia mis oídos de las mustias cenizas
con que la hoguera ponzoñosa
flageló mi espíritu.

LX

Porque hecho de sal
te siento sal
que conserva, prolonga y sazona mi todo,
iónica y cristalina compañera,
me quedo en ti
porque para ti
NaCI. *

*Fórmula del cloruro sódico

2016©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España.

Publicado por la editorial El Taller del Poeta S.L.

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Voglio dirti addio, amico

9 febrero 2023

VOGLIO DIRTI ADDIO, AMICO

A Mariano Fochesato

Voglio dirti addio, amico,
quando il tempo agonizza ancora in grigio
e si ascolta il silenzio delle lacrime.
La morte è una distanza eterna
e pronto si farà di notte,
la stessa notte che avvolse Joaquín,
o a Raimondo Venturiello
e che ci va decimando,
uno ad uno, perché siamo tutti «lui.»

Disertano le foglie dagli alberi
nel porto di Anzio e di Nettuno,
scivola la vita tra le dita,
cresce, senza speranza, la marea
ed inonda la spiaggia,
pronto cadrà l’ultimo sipario.

Non vedrai oramai per la finestra
l’allegro svegliare della fata di Roma,
né rideremo insieme
sotto la piccola tenda azzurra
che copre il mondo e ci ripara,
ma va’ via felice,
quando arrivi il boia
coi suoi guanti di lavoro manuale:
Spremesti il libro della vita,
foglia a foglia, giorno per giorno,
vicino all’amore, la tua amata Fiorella,
e seguirai vivo nella nicchia del ricordo
fino a che i due murammo ancora più
e ci dimentichi la dimenticanza.

Ombre di fumo disfano lo specchio
nell’ultimo inverno, avanza
la solitudine di sabbia che nutre le ossa.

All’altro lato del muro,
triteranno le campane nel tuo onore,
commetta al vento sarai
quando la vita ti conceda l’ultimo bacio di Caifás.

La nobiltà, sana amicizia,
è il tuo migliore titolo.
Poeta sei e sarai sempre
che non scrisse mai un poema
perché sei tutto poesia.

Febrero, 2016©Fernando Luis Pérez Poza
San Luis Potosí. México.

QUIERO DECIRTE ADIÓS, AMIGO

A Mariano Fochesato

Quiero decirte adiós, amigo,
cuando el tiempo aún agoniza en gris
y se escucha el silencio de las lágrimas.
La muerte es una distancia eterna
y pronto se hará de noche,
la misma noche que envolvió a Joaquín,
o a Raimondo Venturiello
y que nos va diezmando,
uno a uno, porque somos todos «lui».

Desertan las hojas de los árboles
en el puerto de Anzio y de Nettuno,
se escurre la vida entre los dedos,
crece, sin remedio, la marea
y anega la playa,
pronto caerá el último telón.

Ya no verás por la ventana
el alegre despertar del hada de Roma,
ni nos reiremos juntos
bajo el pequeño toldo azul
que cubre el mundo y nos cobija,
pero márchate feliz,
cuando llegue el verdugo
con sus guantes de faena:
Exprimiste el libro de la vida,
hoja a hoja, día a día,
junto al amor, tu amada Fiorella,
y seguirás vivo en el nicho del recuerdo
hasta que los dos aún muramos más
y nos olvide el olvido.

Sombras de humo deshacen el espejo
en el postrer invierno, avanza
la soledad de arena que nutre los huesos.

Al otro lado del muro,
repicarán las campanas en tu honor,
cometa al viento serás
cuando la vida te otorgue el último beso de Caifás.

La nobleza, sana amistad,
es tu mejor título.
Poeta eres y serás siempre
que nunca escribió un poema
porque eres todo poesía.

Febrero, 2016©Fernando Luis Pérez Poza
San Luis Potosí. México.

Rajas con crema a lo valen la pena

9 febrero 2023

RAJAS CON CREMA
A LO VALEN LA PENA

No hay chile más popular
si rajas quieres tomar,
que el exquisito poblano,
fresco, carnoso y humano.

Debes tostar en comal
unos dos por comensal,
y si alguien tiene más panza
no le prives de la danza.

Dale vuelta hasta que crujan
y como leones rujan,
el pellejo se les caiga
y nada de piel haiga,
o se lo arranques a tiras
mientras su hermosura miras.

Ya cortados como rajas
en la sartén los cuajas,
con crema, aceite y cebolla
hasta enamorar a la olla.

Pon unos granos de elote
y mejorarás el pote,
y allgo de queso rallado
como rocío en el prado.

Ya solo faltará olerlos
y con devoción morderlos,
si saben bien te relajas:
¡Ay, Jalisco, como rajas!

Febrero 2023©Fernando Luis Pérez Poza
San Luis Potosí. México.

Receta de pulpo al estilo feria

5 febrero 2023

RECETA DE PULPO AL ESTILO FEIRA

Cómprese un pulpo entero
o pésquese si se tiene moral
y ganas de buceo,
congélese algunos días, no más,
para ablandarle la carne más dura
y volverle más rica la textura,
o désele una copiosa paliza,
que no ha de protestar a quien le atizas,
cubriendo con un paño de cocina
su piel rosada y fina
para evitar que el bicho te salpique
o te manche los platos y el tabique
cuando tú con un mazo le calientes
los lomos de su espíritu silente.

Póngase a hervir el agua en una olla
con algo de laurel y una cebolla
y después de un buen rato de hervidura
tres veces moja el pez en la locura
sujeto por la testa y no los pies
para asustar su dulce desnudez,
pero fíjate bien en lo que haces
no vaya a ser que sin querer lo majes
y cuenta y baila bien el un, dos, tres,
que si no se te cocerá del revés.

Cuécelo treinta o cuarenta minutos,
y no menos como hacen los brutos,
y pínchalo con un buen tenedor
en el centro mismo de su color
para saber hasta donde le llega
la ternura. Y prepara la bodega
que ya es cosa de tijera cortar
en trozos sus ocho patas de mar.

Se sirve sobre un plato de madera
con aceite de oliva de primera
y sal y pimentón picante al gusto
de quien vaya a darle el último susto.

Noviembre 2001©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España.

A mí hijo

3 febrero 2023

A Fernando Pérez Niño

Todo lo que hay en la tierra es para ti,
porque eres ciudadano del mundo,
de esta galaxia,
del universo entero,
porque del amor germinó tu semilla
y brotó la luz de la vida y la esperanza,
porque en tus ojos se hizo sueño la libertad
y cada segundo en tus venas
es una piedra preciosa que desborda el horizonte.

Tal vez yo me vaya algún día
a recorrer latitudes que desconozco,
pero seguiré latiendo en cada átomo de tu ser,
en cada gesto que el espejo te devuelva a contraluz,
en cada molécula de sentimiento
que la genética nos permitió compartir.

Serás tú, único e incomparable,
pero también un poco de mí, pequeños trazos,
que se dibujarán en ti
por obra y gracia de la magia universal
y el big-bang de la existencia.

No dejes que nada ni nadie rompa el hechizo
que representa tu vida,
ni la maldad, ni la avaricia,
-mucha gente aún no sabe,
y tal vez no lo descubra nunca,
que esa es, en realidad, la verdadera miseria-.

Ser feliz es lo que importa,
coser con hilos de ternura los minutos
e hilvanar las horas con sabor a siglos,
que es lo más próximo a la eternidad
que se puede disfrutar,
y para eso, ya te darás cuenta,
al reflejarte también en tu madre,
sólo se precisan el amor
y ser propietario de uno mismo.

Diciembre, 2018.©Fernando Luis Pérez Poza
San Luis Potosí. México

Setas al estilo Martín Fierro

24 enero 2009

SETAS AL ESTILO MARTÍN FIERRO

Aquí me pongo a cantar
al compás de una cebolla
que un hombre si no se embrolla
la piel va, quita y trocea
y en el fogón y una olla
a fuego lento rumbea.

Le añade ajo a la historia
y deja que se rehogue
que se precisa desfogue
su picajoso rencor
y en el aceite derogue
la fuerza de su sabor.

Y las setas por la plancha
unas vueltas van a dar
que necesitan secar
y al cariño de la lumbre
todo el líquido soltar
como si fueran legumbres.

Luego se mezcla el rustrido
con las setas bien doradas
y la ternura de un hada
en la fuente de cristal
que del horno enamorada
resista el calor fatal.

Un poco de pimentón
y un manto de pan rallado
rematan el adobado
sin olvidar el limón
que exprimido de buen grado
desatará la pasión.

Y esto en el horno se mete
al punto justo de sal
y se asa a fuego cabal
que el pan rallado precisa
quedar como una camisa
para que sepa genial.

Julio 2004©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España

Esta noche

20 enero 2009

ESTA NOCHE

Esta noche sueño como siempre;
y no quiero, compañera, despertar.
Esta noche es éter. ¿Por qué será?
El corazón se me vistió de ti, amor.
Esta noche has vuelto, disfrazada
de ternura, piedra derretida al sol.
Esta noche en que gotea el tiempo
y el grifo del recuerdo balbucea
féretros de ayer como si fueran hoy,
te pienso y, así no más, sós realidad.

Marzo 2008©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España.

A esa mujer que amo

20 enero 2009

A ESA MUJER QUE AMO

A esa mujer que amo,
la que me afina cada día el diccionario
y aguarda en cualquier esquina
a que ponga del revés el alfabeto.

Si. A esa.
La de la segunda fila
empezando, desde luego, por la izquierda,
o la que está al fondo,
oculta tras la columna;
la que lleva el alma en cabestro
y acaricia entre sus sueños
la misma sien cóncava del aire;
la que muerde la vida
como un gorrión en celo
y, a menudo,
se queda preñada de poemas.

A esa mujer
la quiero no sólo para mí,
sino también para ti,
y para todo aquel
que aspire a sentir
el galope veloz de la pirámide
cuando juega a borrar desiertos.

A la misma que viste y calza
o se desnuda en cada verso;
la que siempre grita con voz temprana
y se asoma entera al filo de una letra
o se aferra a la pata del tintero
como si éste fuera un chaleco salvavidas.

A esa le daré siempre
toda mi existencia
cada vez que la encuentre
prendida al alfiler de un momento.

Diciembre 2007©Fernando Luis Pérez Poza
Aprilia.Italia.

Ulises soy

20 enero 2009

ULISES SOY

Ulises soy,
atado al mástil de tu barco,
ágil velero de gavias derretidas
que surcará el océano
para robarte el vestido de sirena
y escanciar el néctar de tu voz
en mis oídos.
Y resuelta la cruel
ecuación de la distancia,
me asomaré a los bordes de tu boca
con la misma ilusión que al infinito.

Marzo 2008©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España.